¿Cómo recuperar lo perdido?

En muchos momentos de la vida volteamos hacia atrás y alcanzamos a percibir personas, momentos y sensaciones que ya no están; es fácil encontrarnos añorando lo perdido. A esto le llamamos nostalgia. “Pena por la lejanía, la ausencia, la privación o la pérdida de alguien o algo querido” (RAE). No es difícil imaginar —o incluso …

En muchos momentos de la vida volteamos hacia atrás y alcanzamos a percibir personas, momentos y sensaciones que ya no están; es fácil encontrarnos añorando lo perdido. A esto le llamamos nostalgia. “Pena por la lejanía, la ausencia, la privación o la pérdida de alguien o algo querido” (RAE).

No es difícil imaginar —o incluso recordar— cómo la nostalgia puede llevarnos a hacer cosas para recuperar aquello que añoramos: llamar a un viejo amigo, visitar la casa de nuestros padres, intentar reconquistar un amor perdido.

El impacto del pasado en cómo vemos la vida es tan fuerte que puede cambiar su rumbo. Tanto es así que “Freud aseveró que toda elección de objeto era un encuentro y a la vez un reencuentro; de tal modo que nadie se casa con un desconocido” (Hernán Solís). Nuestro pasado forja nuestra personalidad, decisiones, gustos y pasiones. En ese sentido, nunca lo perdemos: lo que vamos viviendo se agrega a nuestro cuerpo en manchas, cicatrices, arrugas, posturas, formas y movimientos. Las palabras de los amigos se vuelven nuestras; los ejemplos con los que explicamos las cosas están hechos de nuestras experiencias. El amor que vivimos hoy está compuesto por todos los amores de nuestro andar, porque en ellos supimos qué nos hacía suspirar, enojar o llorar, cómo dar y recibir amor —o no hacerlo—. Los hijos dejan estrías en el vientre de la madre; el trabajo, posturas encorvadas; las amistades, arrugas de risa y desvelos; los grandes amores nos dejan una sensación de valor interno, y los corazones rotos, muchas preguntas. Los libros que leemos, la música que escuchamos… todo se va integrando, se une a quien somos. Así, nada se queda atrás: todo camina con nosotros.

Sin embargo, cuando intentamos revivir lo que ya no vive, cuando buscamos recuperar lo olvidado, es una causa perdida: el tiempo es lo único que tenemos; el tic-tac del reloj no vuelve, solo pasa.

Vivir el presente

Es ahora cuando debemos construir la relación con nuestras hijas e hijos, llamar a nuestras amistades, decidir seguir nuestros sueños, enamorarnos, correr, jugar y vivir. Porque ninguna relación se forja sin tiempo; difícilmente los sueños se hacen realidad sin dar pasos hacia ellos; el amor que no se da y no se recibe, se muere. Es imposible recuperar a esa persona que fuimos, volver a sentir lo sentido, volver a reír lo reído. El tiempo pasa y podemos perdernos la oportunidad de vivir.

Solo podemos seguir: el tiempo no nos permite ni detenernos ni regresar. El tiempo nos obliga a vivir; y la muerte —porque es ella la que nos recuerda que el tiempo no se detiene hasta que ya no somos—. Solo podemos ser ahora, mientras el tic-tac sigue sonando.

Cristina Kennington Westmark

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